El Loco es un arcano muy especial. Es la carta número 0, la podemos colocar al principio o al final: el personaje se dirige a un lugar y al mismo tiempo viene de otro. Cuando comprendemos esta idea, podemos empezar a ver El Viaje del Loco como un ciclo que se repite. Como afirma Rachel Pollack en Seventy-Eight Degrees of Wisdom, el Loco nos enseña que la vida es simplemente una danza continua de experiencias.
Si cogemos esta carta de la baraja She Wolfe Tarot, observamos un paisaje dinámico, en el que una loba parece dirigirse hacia un espacio cósmico -un agujero hacia el "Vacío" como afirma su autora Devany Amber Wolfe- y sin dejar de mirarnos fijamente. Por otro lado, en la baraja The Gentle Tarot vemos a un pequeño salmón dirigiéndose también hacia lo desconocido, y en el Tarot of the Holy Spectrum vemos a una mujer dando un paso hacia el vacío con la intención de alcanzar el infinito. Son imágenes muy diferentes, pero todas tienen algo en común: parecen fotografías tomadas en un instante preciso, como de suspensión, justo antes de que ocurra algo importante. No representan estados fijos, sino transiciones en las que la identidad es indeterminada, el espíritu totalmente libre y el posicionamiento en cualquier estructura social está en suspensión. Nada, aún, ha sido realmente decidido o establecido, porque no es la voluntad del Loco. Puede ser potencialmente todo y al mismo tiempo nada, y ahí reside la belleza de lo que llamamos "estado liminal". Donald Kalsched, en su libro The Inner World of Trauma, escribe que, según Jung, el Loco personifica el arquetipo del Embaucador, que cambia de forma y cruza todas las fronteras, incluso las establecidas para separar a los dioses de los hombres.
Si queremos empezar una relación con el arte del Tarot, familiarizarnos con la carta que mejor simboliza la capacidad de dejarse llevar por la espontaneidad es un buen comienzo. El Loco ("Le Mat") tiene su origen etimológico en la raíz indoeuropea men- (estar mentalmente excitado), de la que procede tanto la palabra "manía" (locura mental) como "mántica", el arte de la profecía. Según Ronald Decker, no es raro encontrar culturas en todo el mundo donde la locura estaba relacionada con el conocimiento sobrenatural, lo que Platón llamaba "locura divina". Así, en la Antigüedad, chamanes y profetas eran venerados por su poder, pero también marginados por su excentricidad. Como el Arlequín teatral, ni siervo ni amo, siempre entre dos mundos (y con una enorme capacidad para entenderlos) pero condenado a una vida de lo que hoy llamaríamos “outsider”.
Podríamos caer en la tentación de considerar al Loco como un "puente entre dos mundos", pero esto no sería del todo exacto ya que, como decíamos al principio, el Loco no tiene necesariamente una función fija. Es un alma libre, no está obligada a conectar, ni a explicar, ni a aclarar. Sería más acertado ver esta carta como una invitación a conectar con nosotros mismos, a emprender y a repensar nuestro propio mundo. Mencionando de nuevo a Decker, “el Loco es la persona lo bastante insensata como para dar un paso al frente y comenzar la búsqueda mística”.