Fiestas de la luz
El periodo que va entre el 31 de octubre (el antiguo Año Nuevo celta) y el 2 de febrero (la Fiesta de la Candelaria) prevé, en nuestra cultura, el desarrollo de una serie de ritos fundamentales cuyo centro es la hibernación de la vegetación y la muerte del sol, esperando el renacimiento de la primavera. Un antepasado de nuestra fiesta de Navidad consistía, en la Antigua Roma, en los Saturnales: durante el solsticio de invierno, entre el 17 y el 24 de diciembre, se paraba todo tipo de guerra, se intercambiaban regalos por las calles (velas, dulces y otras comidas) y se suspendía el trabajo. Este momento del año está dedicado a Saturno, pero también a Mitra, dios persa del sol (llamado Sol Invictus por los Romanos) cuyo día de nacimiento era el 25 de diciembre. Santa Lucía, reencarnación mítica de la antigua diosa Lucina, protectora de la vista y de la luz, se celebra el 13 de diciembre – día del solsticio en el antiguo calendario juliano. Todos los mitos y los ritos relacionados con este momento del año reúnen un núcleo arquetípico de contenidos que abarcan el sol, la vegetación, la caída y la reactivación del sol, de la luz, de la esperanza.
Las Navidades son un momento mítico del año en el que, según nuestra tradición, se crea una apertura en el tiempo como normalmente lo entendemos, en su sucesión lineal de pasado-presente-futuro. En estos días, el pasado y el futuro se mezclan al aquí y ahora. El historiador de las religiones Mircea Eliade ha subrayado en múltiples ocasiones cómo, periódicamente, el ser humano se asoma a brechas en las que el tiempo mítico irrumpe en nuestra historia, con su eterno presente rico de oportunidades mágicas. Como el tiempo no tiene barreras en esta apertura, es particularmente venerada (y temida) la irrupción del pasado en el presente. En Nápoles, la tradición gastronómica requiere que en la cena de Nochebuena se respeten precauciones alimenticias para ahuyentar a los espíritus de los difuntos. Se prefieren platos de pescado por su proveniencia acuática – reminiscencia del caldo primordial en el que fermenta la regeneración de la vida – y el plato típico es la anguila, o sea una serpiente, como el Ouroboros del tiempo que se devora a sí mismo.
El pesebre: psicodrama del Solsticio
Un sistema simbólico que en Europa representa, tradicionalmente, esta situación liminal de muerte y renacimiento es el pesebre. La conocida reproducción de la gruta de Belén donde nace Jesús no nace con el cristianismo, sino que se remonta a raíces más antiguas. La calle San Gregorio Armeno, en Nápoles, celebre por su exposición de pesebres, se halla encima de los restos de un antiguo templo de Deméter, diosa a la que, en el siglo IV a.C., se le ofrecían en don estatuillas antropomórficas de terracota. Asimismo, cabe recordar el culto romano de los lares, deidades protectoras de la casa cuyos altares domésticos representan un antepasado del pesebre.
El primer pesebre propiamente dicho fue creado en 1223 por san Francisco de Asís, quien, en su regreso de un viaje a Palestina, deseó recrear el Belén y lo hizo, con el permiso del papa Honorio III, en una gruta de Greccio (Lacio). Se trataba de un belén viviente, tradición que luego los franciscanos difundieron por toda Europa. El término prae-sepe (literalmente “antes del seto”) significa “prado cerrado” y es utilizado en los Evangelios para indicar el establo. Entre los siglos XIII y XV, el belén se fue convirtiendo, desde su condición de objeto de culto público, en el centro de una devoción privada, más doméstica. La moda de hacer el pesebre en las casas se propagó en el siglo XVIII, principalmente en Italia y España, y después también en Latinoamérica (famosos son, por ejemplo, los pesebres peruanos). A nivel psicológico, el pesebre es una proyección simbólica del proceso arquetípico de muerte y nuevo nacimiento de la conciencia, que, junto a la luz del sol, se asoma en nuestras vidas para darnos claridad y guía en el camino.
Crear un pesebre con el Tarot
Esta tirada de Tarot se basa en la simbología del pesebre para que cada carta juegue un papel. Así como cada elemento del pesebre (ambientación, lugares, objetos, personajes) puede tener una amplificación simbólica, cada carta en esta tirada se presta a ser interpretada como un elemento de mi camino hacia una mayor conciencia de mí mismo, en el momento especial en el que el sol gana una vez más su lucha contra la oscuridad. Se irá formando un cuadro de cómo mi inconsciente percibe este nuevo inicio; las fuerzas psíquicas que cada uno de nosotros activa en este marco temporal.
Utilizaremos solo los Arcanos Mayores. Para empezar, sacaremos a los Arcanos del Loco y del Mago, y los utilizaremos como significantes. El juego puede empezar visualizando al Loco que se tumba, recoge su saco y lo utiliza para apoyar la cabeza, un momento antes de caerse dormido. El Loco representa a Benino, el pastor durmiente del pesebre napolitano, cuyo sueño es el pesebre. Benino es una extensión simbólica tanto del niño que duerme inocente como del adulto borracho, emanación mítica de Dionisio y advertencia contra los riesgos de embotamiento – tentación muy frecuente en épocas de cambio existencial cuando lo viejo no quiere morir para dejar paso a lo nuevo. Podemos colocar al Loco en posición horizontal, con la cabeza sobre su almohada improvisada.
El Mago estará en el centro, y representará al arquetipo del Niño Eterno (Puer Aeternus), central en la simbología del pesebre. El Puer Aeternus es el arquetipo del nacimiento psicológico; es la semilla de todo lo que se está gestando, y es representado como un ser muy pequeño, como los gnomos y los enanos de las leyendas navideñas (incluido el más famoso, Papá Noel). El niño, en las historias de la Natividad, tiene que lidiar con fuerzas hostiles que quieren matarlo antes de que pueda crecer. Nace en la pobreza más extrema – exactamente como El Mago, que en el Tarot de Mantegna es llamado “El Mendigo” (Il Misero) y, sin embargo, lleva consigo una enorme reserva de energías para afrontar el nuevo inicio.
A continuación, sacaremos diez Arcanos y los dispondremos como los varios elementos del pesebre. No es muy importante la posición (que depende del gusto estético de cada uno), sino tener claro qué aspecto del pesebre estará relacionado con cada una de las cartas que seleccionemos.
Una carta será la taberna del Evangelio de Luca, el diversorium. Se trata del albergue donde María y José no encontraron acogida. Es un lugar relacionado con los instintos del cuerpo y la convivialidad, pero también con los bajos ambientes del infierno. En los pesebres, la taberna está a menudo infestada por animales ctónicos como la serpiente y la tortuga – que, en la alquimia, puede representar el estancamiento del proceso a raíz de su lentitud. Esta carta representa, entonces, aquella parte de mí que está bloqueando mi propia evolución. Mi embotamiento; la pereza, la inercia, el abandono a los aspectos más oscuros del materialismo.
Otra carta, en cambio, será la cueva: la guarida oscura donde la transformación puede tener lugar. La cueva es una imagen del mundo tanto en el mito de Deméter (quien baja a una cueva ínfera llamada “el mundo” para buscar a su hija Kore) como en los misterios de Mitra, cuya gruta representa justamente al mundo. Esta carta será mi núcleo central, el corazón de mi personalidad donde el nuevo nacimiento está en potencia. Interpretar y amplificar esta carta me dará también intuiciones interesantes sobre mis capacidades psíquicas, dado que, tradicionalmente, las cuevas son un hábitat para profetisas famosas como las Sibilas. Hemos visto que, en el periodo solsticial, la irrupción del pasado y del futuro en el presente se produce con naturalidad: esta carta puede hablarme de cómo mi sexto sentido intuye las potencialidades venideras.
Sacaremos ahora dos cartas que serán, respectivamente, el asno y el buey. Los elementos simbólicos asociados a estos dos animales son muchísimos. Para nuestra lectura, podremos asociar al asno a la biología: esta carta me contará de cómo mis instintos fisiológicos están participando en el proceso de la renovación. El asno está conectado con la sexualidad, como vemos en los misterios dionisíacos. Apolo, dios del Logos y del intelecto, hizo que al rey Midas le salieran dos orejas de burro, como castigo por preferir la música sensual del dios Pan a aquella del templo de Delfos. El lado sombrío del asno recoge nuestras proyecciones de opacidad y estupidez; si me interesa, puedo intentar leer en esta carta qué bloqueos mentales tengo en este momento, qué parte de mí sigue siendo demasiado conservadora y algo obtusa.
El buey, en cambio, me hablará de mi “poder”, de mi vigor: a qué reservas de fuerza puedo recurrir para darme energía. En muchas mitologías, se le asocian al buey características de poder y fuerza. A diferencia del toro, el buey está castrado: esto puede representar, por un lado, la sumisión de la energía sexual al servicio de la conciencia, por otro lado (y es interesante leerlo en nuestra carta) los aspectos de represión sexual de los que no me doy cuenta. Este Arcano, como el del asno, se puede leer en su aspecto de luz y también de sombra, dándonos una perspectiva más completa.
Dos cartas más representarán a María y José. María, la Virgen, representará en esta tirada a mi “virginidad”: qué energías en mi fuero interno están puras, limpias y asomadas al mundo de la imaginación, de donde siempre nacen las nuevas ideas. El nacimiento virginal, que no tiene explicación en el plano físico, tiene sin embargo grandes amplificaciones en su aspecto simbólico. Superando la dicotomía hombre-mujer e interpretando a nivel simbólico estos contenidos, la virginidad indica una condición mental en la que me libero de los prejuicios para obtener una visión clara de mi mundo interior. De ahí que, por ejemplo, las Vestales y las Sibilas tuvieran que mantenerse vírgenes para comunicar con la deidad; más allá de la mera lectura sexual, se entiende con virginidad una actitud mental de apertura.
Por otro lado, la carta de José me enseña la actitud de mi “Yo”, de mi conciencia racional, el aspecto que, según mi mente racional, es el más indicado para gestionar la transformación del nuevo inicio. José no es el agente del proceso, sino un acompañante: su rol es, como el adepto de la alquimia, observar el movimiento de transformación sin intervenir, dando forma - pero no vida - a la materia. Es el arquetipo del Senex, del Viejo, que modela la personalidad no con su acción, sino con su mera presencia. Esta carta es entonces un indicio de qué parte de mí está en este momento participando, con paciencia y devoción, en el desarrollo de la nueva luz.
Dispondré ahora tres cartas más para simbolizar a los Reyes Magos. Estas fuerzas espirituales representan el poder (típico de los reyes) que está allí para ayudar a la luz en su nacimiento. Traen consigo regalos. Una carta, entonces, representará al oro: la riqueza, la perfección, la iluminación. Esta carta me ayudará a entender los tesoros sepultados en mi interior, listos para ser sacados a la luz. La carta del incienso estará dirigida a un aspecto más sutil de conexión entre el cielo y la tierra; como el humo del incienso lleva las plegarias de los seres humanos a los dioses, así esta carta representará mi facultad de conectarme al mundo interior de los arquetipos, para pedir ayuda y sabiduría. Finalmente, la mirra – una resina a la que la tradición atribuye propiedades curativas contra la mordedura de serpientes – es un elemento simbólico asociado con la protección de la vida y la resurrección. Esta carta indicará mi capacidad de regenerar las partes de mí que han sido “mordidas” en el pasado, las zonas de mi vida afectadas por el trauma y que ahora pueden por fin revivir, imbuidas de nuevas energías.
Sacaremos otra carta cuyo rol será el de la estrella fugaz. Este Arcano representará a mi Espíritu Guía: aquella luz, pequeña pero tenaz, que conduce mi psique guiándola a través de los obstáculos hacia la realización. Esta carta nos recuerda que el ser humano, en los momentos de confusión, siempre ha mirado hacia las estrellas buscando una orientación – sean los ángeles, los movimientos astrológicos o las apariciones de los ovnis. Las estrellas son un símbolo de cómo nuestro inconsciente se comunica con nosotros, si nos quedamos un momento en silencio escuchando.
Aquí termina nuestra tirada de doce cartas, y nuestro pesebre está completo. Si queremos, podemos disponer todos los demás Arcanos, en orden aleatorio, por encima de nuestro pesebre, y representarán la noche estrellada de la Natividad. En cualquier momento, cuando nos encontremos estancados en la interpretación de alguna carta, podremos levantar la mirada hacia este cielo de estrellas y coger relámpagos fugaces de intuición, que nos brindarán más claridad.